
Estilos de enseñanza en educación: propuesta de caracterización y comparación
181 Luis Alberto Montenegro Mora
Revista Unimar Revista Unimar Julio-diciembre 2025Julio-diciembre 2025
e-ISSN: 2216-0116e-ISSN: 2216-0116 ISSN: 0120-4327ISSN: 0120-4327 DOI: https://doi.org/10.31948/rev.unimarDOI: https://doi.org/10.31948/rev.unimar
Rev. UnimarRev. Unimar Vol. 43 No. 2 pp. 176-191Vol. 43 No. 2 pp. 176-191
(Miralles, 2006). Las clases suelen estar
estructuradas en exposiciones magistrales y
tareas asignadas con un alto grado de supervisión
por parte del profesor (Mosston y Ashworth,
1993). La gestión del aula en este estilo se
basa en la aplicación de normas claras y en la
supervisión constante del comportamiento de los
estudiantes (Ventura, 2011). En este sentido, se
prioriza el orden y la disciplina como elementos
fundamentales para garantizar la efectividad del
proceso de enseñanza (Isaza y Henao, 2012).
En este enfoque, la evaluación se centra en la
medición de conocimientos adquiridos a través
de pruebas estandarizadas, exámenes escritos y
tareas individuales (Laudadío y Dalt, 2014). Los
resultados académicos dependen en gran medida
de la capacidad del estudiante para retener y
reproducir la información proporcionada por el
docente (Aguilera, 2012).
Los estudios analizados evidencian que este
enfoque sigue siendo ampliamente utilizado en
el nivel de educación básica primaria, debido
a su estructura organizativa y a su facilidad
de aplicación en entornos educativos con
grandes grupos de estudiantes. En contextos
educativos con pocos recursos tecnológicos y
metodológicos, este estilo resulta ser la opción
más viable para la enseñanza (Renés, 2018). La
cultura institucional y las políticas educativas
tradicionales continúan favoreciendo modelos
de enseñanza directiva en diversas instituciones
(Rendón, 2015). No obstante, la rigidez del
método limita la capacidad del estudiante para
desarrollar pensamiento crítico y habilidades
de resolución de problemas (Villalobos, 2003).
Estudios han demostrado que, si bien los
alumnos pueden obtener buenos resultados en
evaluaciones de memoria, presentan dificultades
en la aplicación de los conocimientos en
situaciones prácticas (De León, 2013).
El modelo directivo ha sido objeto de críticas por
su enfoque excesivamente centrado en el docente
y por restringir la participación de los estudiantes
en su propio aprendizaje (Pinelo, 2008). Varias
investigaciones han identificado que este estilo
de enseñanza puede contribuir a un aprendizaje
mecánico y descontextualizado, en el que los
estudiantes carecen de oportunidades para
explorar, reflexionar y construir conocimiento
de manera autónoma (Rendón, 2015). Además,
diversos autores han señalado que el estilo
directivo puede generar un ambiente de aula en
el cual la creatividad y la innovación pedagógica
son limitadas (Renes et al., 2013). En este
sentido, la literatura sugiere que es necesario
un cambio progresivo hacia enfoques más
participativos que fomenten la autonomía del
estudiante y la interacción significativa con el
conocimiento (Oviedo et al., 2010).
A pesar de su predominio en la educación
básica primaria, el estilo directivo está
experimentando una evolución en respuesta
a nuevas perspectivas pedagógicas que
enfatizan la necesidad de una enseñanza más
dinámica e interactiva (Fontalvo et al., 2007).
Entre las estrategias identificadas para mitigar
sus limitaciones y favorecer una transición
hacia modelos más inclusivos y flexibles, se
encuentran el uso progresivo de metodologías
activas, la incorporación de estrategias como
el aprendizaje basado en proyectos y el trabajo
colaborativo para equilibrar la instrucción directa
con actividades más interactivas (Fernández y
Espada, 2017). También, se recomienda generar
espacios de diálogo en el aula que permitan la
participación del estudiante en la construcción
del conocimiento (López, 1996), además de la
implementación de programas de formación
continua para los docentes con el objetivo
de diversificar sus estrategias de enseñanza
(Viciana y Delgado, 1999).
En cuanto a la evaluación, se sugiere
complementar las evaluaciones tradicionales con
métodos alternativos, como la observación de
desempeño, diarios o portafolios de aprendizaje
y autoevaluaciones (Renés y Martínez, 2016).
A pesar de sus limitaciones, el estilo directivo
sigue siendo una estrategia de enseñanza
predominante en la educación básica primaria.
Su aplicación se debe, en gran medida, a su
estructura y organización, la cual facilita la
gestión del aula y el control del contenido que
se imparte. Sin embargo, su efectividad se ve
cuestionada cuando se prioriza la memorización
sobre el pensamiento crítico y la creatividad.
Los estudios revisados sugieren que una
combinación equilibrada entre la enseñanza
estructurada y metodologías más participativas
puede contribuir a una experiencia de aprendizaje