
Centro literario para el fortalecimiento del aprendizaje de la literatura colombiana
contemporánea
Karen Patricia Watts Rodríguez
Mireya Castellanos León
55
Introducción
Los criterios internacionales para evaluar el
progreso de la educación están cada día más
enfocados en la adquisición del aprendizaje, la
inclusión y la calidad educativa; estos consideran
tanto aspectos académicos como psicológicos y
sociales. Es así como, a partir de 1990, los países
de Latinoamérica comenzaron a delinear políticas
educativas y estrategias de acción para la mejora
de la calidad educativa, bajo la inuencia de
las recomendaciones de la Organización de las
Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura (Unesco), establecidas en la Declaración
Mundial sobre Educación para Todos y el Marco de
Acción para Satisfacer las Necesidades Básicas de
Aprendizaje (Unesco, 1990).
En efecto, la preocupación de la Unesco por la
calidad educativa no es nueva. Hace más de 20
años, en el informe: La educación encierra un tesoro
(Delors, 1996), se reexionaba acerca del vínculo
entre calidad y equidad. El informe considera que
una sociedad educativa requiere una educación
básica de calidad, para lo cual es primordial contar
con buenos docentes. Las estrategias propuestas
en el informe se reeren fundamentalmente a la
situación social, la formación del profesorado y
las condiciones de trabajo del personal docente.
Así, pues, en dicho informe se propuso que la
educación, a lo largo de toda la vida, se basara
en cuatro pilares: aprender a conocer; aprender
a hacer; aprender a vivir juntos, y aprender a
ser. Esta conceptualización signicó una mirada
integrada y comprensiva del aprendizaje y de una
educación de calidad (Delors, 1996).
Dentro del conjunto de las estrategias planteadas
en el ámbito internacional, se estableció una Red
Mundial de Ciudades del Aprendizaje (Unesco,
2022), orientada a políticas que proporcionan
inspiración, conocimientos técnicos y mejores
prácticas, promoviendo el aprendizaje permanente
para todos. Así, la Unesco, especica una serie de
características que debe cumplir esta red, a partir
de las cuales, la ciudad mejora el empoderamiento
individual y la inclusión social, el desarrollo
económico y la prosperidad cultural y el desarrollo
sostenible.
En la búsqueda del mejoramiento de la calidad de
la educación y la excelencia en el aprendizaje, el
poco interés por la lectura es un tema que desde
hace décadas es objeto de preocupación tanto
de los entes educativos de los países como de
la Unesco (Pérez et al., 2018). Existe suciente
evidencia sobre la importancia de apoyar el
hábito lector desde edad temprana; logrando que
la lectura sea un acto placentero, de inuencia
positiva y signicativa para el niño (Soto, 2007),
pues inuye no sólo en su desarrollo intelectual
cognitivo, sino también en el procedimental, para
el manejo de palabras, frases y gramática, y en el
desarrollo socio afectivo.
A pesar de sus bondades, el aprendizaje de la
lectura parece despertar poco interés entre los
estudiantes, siendo esto una gran debilidad,
pues los materiales escritos viabilizan los demás
aprendizajes al permitir a quien lee acercarse a
la información, ya sea a través de libros, guías de
estudio, anuncios o la Internet; por lo tanto, se
requiere saber leer para poder conocer aquello
que se quiere saber por sí mismo, sin necesidad
de preguntar a otros. De esa manera, se podría
pensar que, al despertar el interés por la lectura,
deberían “mejorar al máximo habilidades para leer
y escribir, porque son esenciales para el avance
cientíco, tecnológico y cultural de un país”
(Domínguez et al., 2015, p. 95).
En ese sentido, el papel de las instituciones
educativas es fundamental para aportar a un
aprendizaje signicativo de la lectura; para ello, es
indispensable no sólo enseñar a leer, sino enseñar
una lectura con sentido y signicado, promoviendo
así el placer por la lectura; familiarizar a los niños
con los libros, cuentos, poesías, que les posibilite
abrir sus mentes a escenarios reales y fantásticos,
con lo cual se nutre el intelecto, el pensamiento y
la emoción.
Por lo tanto, la enseñanza de la lectura debe buscar
nuevas experiencias que estimulen la capacidad
lectora de los estudiantes, para que entiendan
que la lectura es un medio para su crecimiento
lingüístico que contribuye a mejorar su vocabulario
y ampliar sus horizontes de conocimiento
(Domínguez et al., 2015). La escuela debe asumir
su rol de responsabilidad en la enseñanza de la
lectura y el fomento del hábito lector, para lograr
en los estudiantes aprendizajes signicativos en
esta área tan importante. Así mismo, los padres
están llamados a apoyar a la escuela en esta