Revista UNIMAR 36(2)- Rev. Unimar - pp. 111-120.ISSN: 0120-4327, ISSN Electrónico: 2216-0116, Universidad Mariana, San Juan de Pasto, Nariño, Colombia, 2018.Violencia en el pueblo y en la ciudad: despliegues de calle y sangre en las obras de Álvaro Cepeda Samudio y Rafael Chaparro Madiedo111ISSN: 0120-4327, ISSN Electrónico: 2216-0116, Universidad Mariana, San Juan de Pasto, Nariño, Colombia, 2018. RESUMENABSTRACTRESUMOViolencia en el pueblo y en la ciudad: despliegues de calle y sangre en las obras de Álvaro Cepeda Samudio y Rafael Chaparro Madiedo*Yesid Niño Arteaga**Cómo citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo: Niño, Y. (2018). Violencia en el pueblo y en la ciudad: despliegues de calle y sangre en las obras de Álvaro Cepeda Samudio y Rafael Chaparro Madiedo. Revista UNIMAR, 36(2), 111-120. DOI: hps://doi.org/10.31948/unimar36-2.art7Fecha de recepción: 11 de enero de 2018Fecha de revisión: 03 de abril de 2018Fecha de aprobación: 18 de mayo de 2018El siguiente trabajo de escritura busca mostrar al lector cómo el contexto sociocultural puede ser problematizado por el decir de la literatura. Delimitándose en las novelas La casa grande de Álvaro Cepeda Samudio (1962) y El Pájaro Speed y su banda de corazones maleantes de Rafael Chaparro Madiedo (2012), se espera desplegar indagaciones desde lo literario sobre la idea de ciudad, con relación a las violencias ejercidas principalmente por el poder económico-político en este espacio de la vida.Palabras clave: literatura latinoamericana, ciudad, novela, crítica literaria.Violence in the town and in the city: displays of street and blood in the literary works of Álvaro Cepeda Samudio and Rafael Chaparro MadiedoThis literary essay seeks to show the reader how the sociocultural context can be problematized by the saying of literature. Delimited in the novels La Casa grande (1962) by Alvaro Cepeda Samudio and El Pájaro Speed y su banda de corazones maleantes (2012) by Rafael Chaparro Madiedo, is expected to deploy inquiries from the literary on the idea of city, in relation to violence exerted mainly by the economic-political power in this space of life.Key words: Latin-American literature, city, novel, literary critic.Violência no povo e na cidade: demonstrações de rua e sangue nas obras de Álvaro Cepeda Samudio e Rafael Chaparro MadiedoEste ensaio literário procura mostrar ao leitor como o contexto sociocultural pode ser problematizado pela armação da literatura. Com base nas novelas La Casa grande (1962) de Álvaro Cepeda Samudio e El Pájaro Speed y su banda de corazones maleantes (2012) por Rafael Chaparro Madiedo, se espera implantar indagações da literária sobre a ideia de cidade, em relação à violência exercida principalmente pelo poder econômico-político nesse espaço da vida.Palavras-chave: literatura latino-americana, cidade, novela, crítica literária.* Artículo de reexión no derivado de investigación.** Doctorando en Ciencias de la Educación (RUDECOLOMBIA - Universidad de Nariño). Magíster en Etnoliteratura, Universidad de Nariño. Licencia-do en Filosofía y Letras, Universidad de Nariño. Docente catedrático, Universidad de Nariño. Correo electrónico: yesidnio@hotmail.com / yesidnio@udenar.edu.co
Revista UNIMAR 36(2)- Rev. Unimar - pp. 111-120.ISSN: 0120-4327, ISSN Electrónico: 2216-0116, Universidad Mariana, San Juan de Pasto, Nariño, Colombia, 2018.112Revista UNIMAR 36(2)- Rev. Unimar - pp. 111-120.ISSN: 0120-4327, ISSN Electrónico: 2216-0116, Universidad Mariana, San Juan de Pasto, Nariño, Colombia, 2018.Violencia en el pueblo y en la ciudad: despliegues de calle y sangre en las obras de Álvaro Cepeda Samudio y Rafael Chaparro MadiedoYesid Niño Arteaga1131. IntroducciónEs importante desplegar acercamientos a las ideas de violencia, ciudad y literatura. Moreno-Durán (2002), Zapata (1997), Pineda (1999), Giraldo (2001), Chaparro Valderrama (2005), Jaramillo, Osorio y Robledo (2000), son autores que pueden otorgar un acercamiento al estado del arte de esta relación. Ellos reexionan sobre las literaturas de Colombia, para profundizar sobre aspectos de las técnicas en la creación literaria, toda vez que enseñan caracte-rísticas o supercies del contexto sociocultural, así como el cruce que la literatura visibiliza entre la violencia y la historia.En correspondencia con el propósito del artículo, se va a rastrear la incidencia de lo literario en el tejido de lo social y cómo éste puede intensicar la crítica frente a este incesante acontecimiento. Si bien la vio-lencia ha sido un signo de la literatura, las violencias1 que descifran lo rural y lo urbano, están centradas en indagar o describir las acciones de distintas pro-pensiones políticas, lo que puede considerarse un signo pertinente dentro de la novelística colombia-na, puesto que en esta forma literaria se asume la construcción de pensamiento alternativo, de aper-turas estético-dialógicas, que responden estética-mente a diversos tipos de problemáticas que aún se mantiene en estos contextos. Al dimensionar el diálogo entre escritor y contexto, y apoyándonos en lo propuesto por Bajtín (2011), con relación a la relevancia de las diferencias sociocul-turales, en este caso de Latinoamérica, La casa gran-de (2003) de Álvaro Cepeda Samudio y El Pájaro Spe-ed y su banda de corazones maleantes (2012) de Rafael Chaparro Madiedo, pueden ser obras que podrían proporcionar valoraciones frente a las ideas de po-lifonía y cronotopo de la teoría literaria bajtiniana.A partir de un estudio crítico de estas novelas se puede presentar, desde la técnica de la comparación, una manera de advertir la presencia de la violencia social e histórica en las construcciones literarias de los siglos XX y XXI, centrándonos en el tipo de vio-lencias que son desplegados sobre el espacio rural y urbano, además de, en las relaciones humanas que surgen en estas espacialidades, que son destino de lo cotidiano. Asimismo, atendiendo en primer tér-mino al valor literario y estético de estas obras, se contribuirá a dar posibles caminos a la pregunta: ¿cómo descifrar la relación entre violencia-sujeto-ciudad que se puede presentar en la literatura? presentando al lector un potencial encuentro entre crítica y literatura, a partir de diversas perspecti-vas y disoluciones históricas que puede rastrarse en estas dos novelas, aparentemente disímiles, pero que tienen como elemento común, el tener una intensidad y una exploración dialógica media-da por la violencia.1.1 Imágenes del pueblo y la ciudad en la literatu-ra colombianaEn Colombia, una obra que devela importantes ca-racterísticas de un primer momento de la villa rural y algunas modelaciones de la violencia colonial de la época es El carnero, de Rodríguez (2003). Esta obra muestra, a partir de la crónica, el funcionamiento, espacialidad y transformación cultural de las vi-llas coloniales. Escrita en 1636, puede considerarse como una obra en prosa que presenta en un tono sa-tírico y laboriosamente descriptivo, cómo eran rea-lizados los primeros intentos de adopción y asimila-ción de sistemas y modelos políticos europeos, que trasferían al mismo tiempo las formas de coerción y violencia inmediata que fueron determinantes en las nuevas construcciones sociales, en las formas de vida y en el cambio de tradiciones.Siguiendo a Giraldo (2005), este momento de la lite-ratura colombiana pudo mostrar, a partir del relato histórico, la crónica y la anécdota, toda una serie de costumbres, comportamientos y vicios de los pri-meros asentamientos (villas rurales y coloniales) en lo que ahora es el territorio colombiano. La literatu-ra de la época de la villa colonial estaba inuencia-da por los modelos de la literatura peninsular que exteriorizaba y dispersaba los ideales de la época: “el dogmatismo inquisitorial, el autoritarismo feu-dal… el desdén hacia las colonias” (p. 45), ideales que fueron inaugurados por los procedimientos de colonización y conquista que propiciaron “el inci-piente desarrollo de la literatura, dado el aislamien-to cultural y la escasa circulación de obras de cción en nuestros países, al ser condenadas y vetadas por la censura ocial y religiosa y los intereses de la Co-rona” (p. 45). Por su parte, Gutiérrez (2011) menciona la viabili-dad de rastrear esta inuencia cultural, al seguir, por ejemplo, la doctrina romántico-vitalista, ca-racterizada en la obra de Guillermo Valencia y los cuadros costumbristas de Tomás Carrasquilla, que siendo más comprensivos, resulta en una ‘desinte-lectualización’ o en un confrontar desde la creación literaria, el espacio de la realidad social. Esto puede entenderse más adelante en los trabajos novelísticos de Manuel Zapata Olivella y Gabriel García Már-quez, obras en las que el decir de lo rural y lo ur-bano se disgrega en la literatura en un marco de re-ferencia crítica frente a ideas convencionales sobre la ciudad o el pueblo, al proponerlas, no a modo de elementos distantes ni independientes, sino al con-trario, a pesar de sus intereses, a manera de espacios que se encuentran imbuidos y se hacen distintivos por acción de la trama simbólica que traspone la c-ción en la cultura.Si se piensa en otras obras que se acerquen a este decir, se tiene por referencia a La vorágine, de Rivera (1924); De sobremesa, de Silva (1925), La marquesa de Yolombó, de Carrasquilla (1945), obras en las que se puede identicar dos aspectos primordiales dentro de la expresión narrativa: 1) la inuencia de la orali-dad y el conocimiento histórico en las distintas ma-nifestaciones literarias, y 2) el constante o variable diálogo entre las condiciones socio-culturales del momento, así como las determinaciones existentes de cada región de Colombia, tejida con la singulari-dad y perspectiva estética del escritor, lo que podría exponer que la literatura no puede subsistir sin lo oral, idea que puede rastrearse en las novelas antes mencionadas, pero también en gran parte de la na-rrativa colombiana del siglo XX.Ya en la novela La casa grande (2003), el encuentro con lo oral subsiste mediante designaciones y re-sig-nicaciones en relación con el espacio rural, esencia y herencia de lo terrestre, que ya empieza a diferir con su dirección telúrica, para ser transformado e invadido por los ideales de la violencia inmediata, la violencia política y militar, metaforizada a lo lar-go de la novela, a través de espacios como el ferroca-rril, que trae la aparición de los soldados.De este modo, el espacio rural que se muestra en esta novela, inicia su tránsito hacia la formalidad cultural de occidente que, mediante la complejidad de la exploración dialógica, mostrará su íntima, misteriosa y hasta nostálgica relación con el terri-torio, para amplicar la transición de la periferia, aparentemente tranquila, al brusco asomo de los or-denamientos de la ciudad violenta. Así se describe en La casa grande: “el pueblo termina frente al mar: un mar desapacible y sucio al que no mira nadie. Sin embargo, el pueblo termina frente al mar” (Cepeda, 2003, p. 108).El ‘mar’, símbolo de la grandeza natural e imagen de ancestrales mitologías y cosmovisiones, se pre-senta ahora “sucio” y “desapacible”. Así también se bordea la alusión de lo que apunta a ser un su-jeto dentro de la narración: ‘el pueblo’, a manera de un personaje heterogéneo más que un arquetipo de espacio, metáfora de lo ancestral que va emi-tiendo su existencia a modo de agenciamiento que va siendo trastocado y puesto en juego por las ór-denes y matanzas de los Soldados, por los delitos y confesiones del Hermano, la humillación de la Madre, la agresión del Padre, y el temor de la Her-mana y la Muchacha. En este mismo sentido, en El Pájaro Speed y su banda de corazones maleantes, la polifonía y la tendencia a la interpretación del mundo en la misma narración son posibilidades que Chaparro (2012) compone con la exploración del estilo de novelar. En esta obra, un estilo discontinuo, disentido, experimental, permite así la irrupción de una expresión de lo urbano a par-tir de la exploración de la psique y cosmovisión de sus personajes sobre distintas espacialidades:La autodestrucción ha comenzado. No hay principios, no hay valores, no hay familia. La ciudad es una eter-na carnicería; los habitantes van cargados de cuervos muertos; el cielo está lleno de cuervos muertos. Es el reino de la desolación de los cielos y de los vientos, donde encuentras el principio y el n de todas las co-sas. (p. 86).En esta obra, la ciudad es el espacio para que acon-tezca la vital tragedia de asumir, tanto la singula-ridad como la alteridad, dentro de la decadencia y la miseria que también se vincula a la connota-ción de lo urbano. Representación que es trastoca-da mediante la oportunidad de la cción, que a su vez expresa la policromía de la crisis histórica de la ciudad colombiana. 1 Se toma la noción de violencia, vinculada a la noción de multiplicidad. En este punto nos apoyamos, en cierta medida, en el artículo de Reguillo (1996).
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La relación entre ciudad y sujeto, si nos apoyamos en lo que propone Nancy (2013), es un agenciamien-to de medios ininterrumpido que permite ver al es-pacio donde habita el hombre con relación a lo esté-tico, donde las líneas, los contornos, la identicación y la no-identicación son llevadas al límite de lo útil, al desecho, a una oscilación de identidades, al desconcierto ante la misma realidad, como una for-ma de inercia, monumento, hormigueo o estallido.Por eso, el pueblo como primer atravesamiento de lo urbano en un ámbito rural, puede concretarse en re-ferencia a la literatura, por medio de la posibilidad de entrada y de salida, puro movimiento, puerto ma-rítimo, estación de tren, ferrocarril, plaza, batallón, porque el pueblo advierte las condiciones propias de la imperecedera herencia oral, pero al mismo tiem-po, los sueños de los hombres, sus pesadillas, sus transacciones y migraciones mediadas por el poder económico-político que vincula la historia de lo rural y lo urbano en un mismo advenimiento.Pensemos en la imagen que traza el poeta colom-biano Mario Rivero (1935-2009): “Esta es mi calle/ Se parece a todas las calles del mundo/ Uno no se ex-plica por qué/ Suceden tantas cosas en un minuto/ En una hora en doce horas/ Desde que el sol preña la tierra” (Círculo de Poesía, 2018, párr. 18). De allí que la calle sea concebida como un símbolo que ex-terioriza el sentir del ser y el estar de lo humano en su constante interacción con el mundo. La ciudad y el pueblo rural co-existen, porque en ambos se despliega la palabra de los sujetos me-diante una innidad de imágenes. Las calles están concebidas por palabras y por murmullos; las ave-nidas, las estaciones, los barrios, la naturaleza de la ciudad, son la palabra y el movimiento. En ella se esparce rumores, evocaciones, decretos, órdenes, disparos, maldiciones-oraciones, ajetreos, que el pueblo también recibe y despliega, ya sea notable o silenciosamente.1.2 Violencia y transformaciones del pueblo en La casa grandeLa casa grande se divide en diez capítulos que invitan a una impresión vanguardista deslindada de los orna-mentos literarios convencionales. Según la crítica, esta novela presenta, mediante la oportunidad ccional, el suceso histórico de 1928 conocido coloquialmente como “la Masacre de las Bananeras”, situación histó-rica que proporciona o consolida a la experimentación dialógica como forma de indagar en la misma historia. En esta obra, Álvaro Cepeda Samudio (1926-1972) exterioriza la narración entre el conicto de la his-toria colombiana y la armación diferencial de las voces de lo cotidiano por medio de sus personajes; se desprende el impulso de la polifonía, la teatra-lidad y la invención de diálogos que van tejiendo el tiempo y el espacio de la historia, muestra de lo que causaron en el autor colombiano, las lecturas del mundo intelectual de la época: Joyce, Faulkner, y especícamente, William Saroyan, que será una incitación artística, más que un referente literario, provocación que sigue en Todos estábamos a la espera, publicado en 1954, libro de cuentos que recibió elo-gios de García Márquez, al considerarlo “el mejor libro de cuentos que se ha publicado en Colombia” (citado por Cepeda, 2009, p. 13) y Los cuentos de Jua-na (1972), dos libros en prosa que conforman con La casa grande, el corpus de la narrativa creada por Ce-peda Samudio.En esta novela, Cepeda (2003) describe desde una escenografía inuenciada por el surrealismo, la idea de cómo la sociedad colombiana asimiló las prácti-cas de las violencias transferidas de la colonización a la realidad sociocultural, especícamente durante el inicio del siglo XX: Esa mañana, mientras desayunábamos, Carmen llegó con la noticia de que la estación estaba llena de solda-dos. La Hermana levantó la cara: tenía sangre apreta-da y seca sobre la mejilla rota. La Madre la miró y se tapó la boca con las manos. Entonces tú dijiste: Ojalá los maten a todos. Y la hermana: No los matarán a todos, no podrán matarlos a todos. Lo dijo simple-mente, sin levantar la voz, pero con seguridad, con perfecta seguridad. (p. 51).Bajo esta connotación de asesinato que estará en la voz de cada uno de los personajes, ya desde el pri-mer capítulo de La casa grande, denominado “Los soldados”, se entrevé el tipo de violencia directa, inmediata, que es originada y dirigida por el poder económico-político, mediante su ordenamiento mi-litar en una temporalidad absurda que se puede ver en la orden de muerte que regularizará el paso de la villa colonial al pueblo rural que responde a la coerción propia de la ciudad moderna:Antes de entrar al caño pudieron ver al otro lado, completa, iluminada, la ciudad. No la habían vis-to nunca. Cada uno creyó reconocer las luces de los sitios familiares. El primer asombro los agrupó: los amigos se buscaron por sobre las otras cabezas que se estiraban buscando sus amigos. Cada uno dijo: allá está el cuartel: y señalaron con los brazos en todas las direcciones. (Cepeda, 2003, p. 14). Se puede observar que la violencia ordenada y militarizada se hace directa, en tanto se incita el sentido mimético de la existencia (Girard, 1998), al abordar lo violento del sistema político como una manera de posesión de los cuerpos, que tiene la nalidad de coadyuvar en la imitación de com-portamientos, en gran medida, dóciles y belicosos, formados en y para el cuartel, lo que provoca una extensión de la violencia directa, pero al mismo tiempo, que la estructura dominante de poder la re-distribuya a modo de represión o revuelta, si-tuación que en La casa grande se inscribe en el ful-gor de la emergencia mestiza de ese pueblo rural que ahora muestra su agonía: No levantó la cabeza, hasta cuando con un movimien-to pausado y seguro te apartó con un brazo y golpeó a la Hermana en la cara con la espuela. Es decir, con el arco y la hebilla y las correas de la espuela, porque él la sostuvo con la mano cerrada sobre la estrella que se le enterró entre los dedos, y por eso cuando golpeó a la hermana por segunda vez, había también sangre del Padre humedeciendo el barro seco y ya rojo que cubría las correas. (Cepeda, 2003, p. 49).Símbolos como ‘la hebilla’ o ‘la espuela’ discurren en la gura del pueblo invadido por la violen-cia inmediata de lo político-militar; ‘la sangre’ es la indicación profética que declara La casa grande en sus restantes capítulos: “El Decreto”, “Jueves”, “Viernes”, “Sábado”, manifestando la atmósfera y los belicosos efectos de una zona que aparece como territorio a violentar; es decir, el pueblo-fracción, el pueblo-escindido, el pueblo-invadido, se formula en los restantes capítulos bajo la dicultad que im-plica una «zona»: el sentido de un área que limita con lo precario y lo miserable que se dispone con la extensión urbana, cuya característica principal es la miseria, el abandono, la soledad: “¿Y la Zona son todos los pueblos?” (Cepeda, 2003, p. 26). Por eso en La casa grande se explora la designación “Zona” para develar que en el espacio rural “ancho, escueto y ca-luroso, subsiste la implacable orden de disparar… la costumbre de obedecer” (p. 40). En la interpretación de esta idea del pueblo enso-ñado (en lo rural), pero en el que se llega en tren y en barco, se va descifrando la simbólica de la sangre mediante una lucha subjetiva entre los personajes y el misterioso relato oral que atraviesa dicha sangre, como una forma de violencia que implica la heren-cia y la retransmisión de la misma, acción mediada por la detracción visceral frente al supuesto progre-so que va llegando en el mismo medio, en tren y en barco, con su corrección desarrollista, de ordena-miento coercitivo que empieza a asegurarse a ma-nera de pieza clave de la sociedad del siglo XX. La agresión militar frente a lo diferente entra al pue-blo con la supuesta verdad del progreso; entonces, ¿cómo el autoritarismo, el dogmatismo y el desdén se han resguardado en la ciudad y en la sociedad aparentemente moderna?, y ¿qué relación tiene este suceso con la literatura?, ¿cómo abordar esta posible complejidad? Ante eso se muestra una dirección ra-zonable: que la violencia se dibuja en la inminencia y en la distancia, por medio de espacialidades, grie-tas y fallas que pueden ser descifradas o descubier-tas desde el lenguaje. Según esto, no se trata de abordar la violencia y la suspensión que ésta ocasiona en la ciudad o en el pueblo mediante un lenguaje genérico; por el con-trario, se intenta mostrar que hacen parte de las construcciones humanas en el espacio heterogéneo donde lo imaginario interactúa y se interrelaciona con los productos del pensamiento, que del mismo modo intentan provocar otras formas de investiga-ción dentro de la renovación de los discursos.En este punto conviene tener en cuenta la versión de Ortiz (1995), cuando designa la multiplicidad de la violencia a partir de una visión que junta “muchas
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Unimar - pp. 111-120.ISSN: 0120-4327, ISSN Electrónico: 2216-0116, Universidad Mariana, San Juan de Pasto, Nariño, Colombia, 2018.Violencia en el pueblo y en la ciudad: despliegues de calle y sangre en las obras de Álvaro Cepeda Samudio y Rafael Chaparro MadiedoYesid Niño Arteaga117violencias entrecruzadas” (p. 421) que dan lugar a una desacralización de todo tradicionalismo o dog-matismo en la forma de pensar la relación entre vio-lencia y política.Por eso, se hace justo comprender la violencia ru-ral y urbana como signo literario, sin olvidar que la concepción de lo literario, fuera de toda obediencia ante la funcionalidad dominante, implica una de-nición que no tendría que ser exacta ni enteramen-te racional, puesto que la denición de lo literario adopta convenciones narrativas y exploratorias y, en efecto, derivaciones dentro de los discursos, per-meabilidad e intercambio de sentidos. Se puede decir entonces que, la novela de Cépeda Samudio discrepa frente a las órdenes y disposicio-nes de la lógica bélica o militar; así también, en el “Decreto Nº 4/ Por el cual se declara cuadrilla de malhechores a los revoltosos de la Zona Bananera” (Cépeda, 2003, p. 111), logra trazar su expresión di-ferencial desde la polifonía de los personajes, como un tejido que puede ser parte de la experimentación estilística, que sin duda nos remite a una posibili-dad de crítica social. 1.3 Violencia y crisis social en El Pájaro Speed y su banda de corazones maleantesLa narrativa contemporánea se ha caracterizado por desarrollar perspectivas que posicionan al hecho de escribir, como posibilidad de acontecimiento y, por supuesto, de travesías y aperturas cognitivas, senso-riales e ideológicas. Para Rafael Chaparro Madiedo (1963-1995)2, la técnica del ujo de la conciencia y el monólogo interior serán posibilidades de sentir los paisajes y sombras de la violencia urbana. Puesto que en este autor la opacidad de la ciudad es conce-bida al borde de lo tradicional, la vida se electrica ante el ‘mundo enfermo’ que gira alrededor de la velocidad y el “olor a gasolina” (p. 111), metáfora del ideal de libertad condensado en los certámenes de ese órgano dominado por el control y la disciplina:Eran las ocho de la mañana. Hacía frío y el sol estaba despuntando detrás de los árboles. Nos sacaron a la mitad del patio y nos empelotaron a todos. Algunos gorriones estaban sobre los muros de la estación. Del otro lado del muro llegaba todo el ruido ambiguo de la ciudad, de esa ciudad que estaba empezando a fun-cionar… Hombre al agua. No hay nada que hacer. Una aspirina, un golpe. El concierto rampante del vacío se apodera de los parques, la ópera del vértigo hace sonar su percusión penetrante. (Chaparro, 2012, p. 85).El fragmento anterior describe que esta novela pue-de captar la multiplicidad inteligible de la realidad, a partir de la interacción con los sujetos, mediante el diálogo y la experimentación de identidades, la exploración sensorial entre distintos sujetos, lo que permite mostrar su intensidad literaria, junto con la constante construcción y desmoronamiento que se presenta en el ámbito de lo urbano y su incidencia en la existencia de la ciudad moderna. Se observa además que, en esta novela póstuma se indaga la idea de lo urbano por medio del estreme-cimiento del ser consciente frente a la violencia his-tórica de Colombia. Y en este sentido, para Rafael Chaparro Madiedo, la apertura poética, la intrusión musical y la agresión psicológica serán ‘sensaciones’ que den pie a la búsqueda de sentidos frente a ese estremecimiento. Esto se evidencia en los capítulos “La lluvia te llevará a Surn Chapinero”, “Tu sonri-sa down brilla con rosas y pistolas” y “El Corazón de vidrio y las nubes rotas”, capítulos en los que la idea de la muerte se asume como parte de la cotidia-na y lóbrega moral de la ciudad, imágenes del árbol, el mar, las ores, el cielo, las aves, los perros, la llu-via, la sangre y la reiteración del contundente “olor a gasolina” en medio de apuñaladas y disparos, ni-ños que ven a sus padres morir, robo de autobuses e invasión a hospitales psiquiátricos, que anuncian la crisis de la ciudad moderna, en medio de sus trans-formaciones económico-políticas, culturales, ideo-lógicas y lingüísticas, que pueden ser apreciadas como una de las características de la narrativa de Chaparro Madiedo. Estableciendo una relación con la novela La casa grande, esta crítica al supuesto progreso desde lo económico-nacionalista también se hace visible, in-cluso con más cincuenta años de diferencia: “Los pe-emes pasaban a nuestro lado en cámara lenta. En verdad todo ese día pasó en cámara lenta. Los carabineros iban y venían y los pe-emes caminaban con sus fusiles y requisaban” (Chaparro, 2012, p. 16). «Pe-emes» a modo de recurso de estilo usado por Chaparro Madiedo para describir la aparición gene-ralizada de la intimidación ejercida por medio de la fuerza militar.En este orden de ideas, es importante resaltar que para Bajtín (2011), el cosmos novelístico se entiende y se exterioriza a partir de la posibilidad narrativa, de su forcejeo estético con los temas de la cultura, para que se posibilite la comprensión crítica de la existencia y su aspiración a “percibir las diferencias socio lingüísticas” (p. 108) que se presentan en su forma escritural y ccional. Es así que en El Pájaro Speed… se logra percibir el léxico de las violencias de lo urbano por medio de las convenciones narrati-vas que lo presentan, siguiendo a crítico ruso, como un trasfondo dialógico y social, que implica necesa-riamente palabra, sociedad e imágenes del lenguaje, en continua interacción estética.Es por eso que en El Pájaro Speed… la narración se aventaja de la caracterización inexacta y absurda de personajes que inició Chaparro (2013) en Opio en las nubes en 1992, puesto que esta obra póstuma mantiene la búsqueda de lo que podría y no podría decirse sobre la existencia humana, en medio de la dispersión que provoca la indagación frente a lo vio-lento: “El Pájaro Speed se quedó toda la noche cerca del cuerpo de su padre. Perla, Karen y Wells lo con-sintieron entre sus brazos, bajo la lluvia” (Chaparro, 2012, p. 149), existencia en correspondencia con las sensaciones negativas, donde la violencia que se en-gendra en lo urbano, por lo general, se interioriza.Este tipo de atragantamiento de la violencia es el que desprende la ciudad en la trama de El Pájaro Spe-ed…; la violencia que se interioriza, la violencia real y mediatizada que desemboca en la tensión o con-icto interior que Foucault (2006, p. 164), siguiendo a Freud (1930), distinguirá como la inclinación hacia la agresión de todo individuo, que a su vez consti-tuye el diseño de espacios de disciplina y coacción que intentan mantener la supresión de lo vivo, de lo diferente, motivo central de la exploración narrati-va que maniesta el autor mediante la polifonía de personajes como el Pájaro Speed, su padre: el Perro Skin, su madre: Crazy Mamma, Adriana Maripo-sa, Nancy Diamantes, El Lince, Frank, y el narrador personaje, que no sabe si se llama Pelé, Rivelino o Jairzinho, quienes buscan la humanización de la palabra, de su identidad, mediante la encrucijada, la exasperación o la vitalidad vinculada a la trans-gresión:El amor es un beso en el interior de una botella de vodka, la ciudad es un laberinto lleno de manos que te cogen y te arrastran a la confusión. La confusión, esa sensación de la que están hechas las horas. Mier-da. Mierda. Mierda. Los días no existen. Lo que existe apenas es la sensación de una extraña continuidad donde te enredas y donde nunca logras salir. Una continuidad donde no logras continuidad, un estalli-do fugaz de instantes que se amontonan unos a otros, unos dados que alguien echa sin cesar y entonces das tumbos de aquí y allá, de bar en bar, de calle en ca-lle, de labio en labio, de cigarro en cigarro. (Chaparro, 2012, p. 87). Así son exteriorizados referentes de pensamien-to y una dialógica que se concibe desde la estéti-ca, puesto que en esta novela no se trata de denir personajes, sino de movilizarlos, de impulsarlos a pronunciarse e incluso a contravenir las aproxi-maciones serviles y dóciles que se mantienen en la conciencia de lo social. La ciudad y la violencia son sensaciones, distinción a la cual ha apuntado la creación literaria de Chaparro Madiedo. La tragedia que muestra El Pájaro Speed… formula a su vez lo in-cierto y corrosivo de la armación de la vida desde el declive, locura y desesperanza que emite lo urba-no, presentando una perspectiva de convalecencia (niescheana/baudelariana)3 que permite explorar las fuerzas activas que subsisten en las relaciones con el mundo y con el lenguaje. Los médicos me inspeccionaron… ¿Licor? Claro. Mucho licor. ¿Cómo se siente, nena? Me siento muy tenaz, doctor. ¿Algo más? ¿Cree en Dios? Claro, doc-tor. Todos los santos son de mi bando y rezan por mí. ¿Cree en la familia? Sí, doctor, en la de los animales. ¿Ama la patria? ¿Cuál patria, doctor? ¿Algo más? ¿Tie-ne usted moral? Sí, doctor. Mi moral es sentirme bien conmigo misma. ¿Se siente usted bien consigo mis-2 Chaparro Madiedo fue estudiante de García Márquez en 1989, en los cursos que dictaba el nobel en Cuba sobre Cine y redacción de guiones cinematográ-cos. Trabajó como guionista y libretista de televisión, desempeñándose también hasta 1995 como periodista en La Prensa.3 Según Niesche, el arte también supone el derecho a la locura (2015, p. 123), y con Baudelaire (2012), la mujer será imagen de lo desmedido y de lo melancólico (2012, p. 303); esto lo comprende claramente Chaparro Madiedo si seguimos la lectura de su primera novela Opio en las nubes, ganadora del Premio nacional de literatura de Colcultura en 1992, el arte desde la potencia de lo femenino y lo animal, y de igual manera atendiendo al paratexto o dedicatoria de su novela póstuma: «Para Ximena. La única mujer que enciende mis turbinas y me hace volar a trece mil pies de altura» (Chaparro, 2012, p. 7), lo que supone una pro-funda dirección hacia las fuerzas activas de lo femenino.
Revista UNIMAR 36(2)- Rev. Unimar - pp. 111-120.ISSN: 0120-4327, ISSN Electrónico: 2216-0116, Universidad Mariana, San Juan de Pasto, Nariño, Colombia, 2018.118Revista UNIMAR 36(2)- Rev. Unimar - pp. 111-120.ISSN: 0120-4327, ISSN Electrónico: 2216-0116, Universidad Mariana, San Juan de Pasto, Nariño, Colombia, 2018.Violencia en el pueblo y en la ciudad: despliegues de calle y sangre en las obras de Álvaro Cepeda Samudio y Rafael Chaparro MadiedoYesid Niño Arteaga119mo, doctor? Cállese la boca. Bienvenida a la Clínica Psiquiátrica Doctor Tell. Lea el reglamento (Chapa-rro, 2012, p. 164).Lenguaje y sociedad en mutación; en el fragmento anterior se puede apreciar la relación de la violencia histórica y social con la idea de disolución y de ries-go que trae consigo la ciudad moderna: una suerte de búsqueda de realidad, en este caso, la realidad de la existencia frente al Otro en sus intermitencias con lo violento, que es necesario buscarla en el sentido de lo popular, tanto en los entrecruzamientos cultu-rales como en la pluralidad semántica y la emergen-te problematización social, que según López (2001), es donde las expresiones literarias y las relaciones creativas actúan y se posibilitan.Me senté y encendí un cigarrillo. A los pocos minutos aparecieron Adriana Mariposa y el Lince cogidos de la mano. El Lince se levantó una botella de whisky, una mermelada y un comapan. Abrimos la lata de atún y comimos en silencio. El Lince destapó la botella de whisky y todos tomamos un sorbo, pero antes, El Lince dijo que oráramos por ese regalo de Dios y entonces help I need somebody, oramos cogidos de la mano, reven-tados por la lluvia. (Chaparro, 2012, p. 25).La vida del personaje que da título a la novela es re-tratada bajo el mismo declive que ejerce la violencia político-económica sobre la conciencia de los hom-bres. Los niños y los jóvenes (El Pájaro Speed, los Brothers), son afectados sustancialmente a través de la experiencia autodestructiva y la reinterpretación que implica el acercamiento decisivo hacia la muer-te y al mismo tiempo hacia el amor. La pluralidad de expresiones y el devenir de iden-tidades se hacen posibles, no mediante ideas de-nibles o medibles, sino bajo la apariencia humana, desde un plano de alteridad, en dirección creativa con el espacio literario, y por tanto, con la direc-ción de lo humano. El Pájaro Speed…, mediante la ccionalidad y sus oportunidades narrativas puede mostrar a la realidad (de la ciudad, del mundo, del intelecto) como una realidad discutible en la novela, digna de percibirse y descifrarse desde la experi-mentación y la fragmentación narrativa que sugiere este género. ‘Desmoronamiento’, que es sinónimo de revitalización y despliegues de intersubjetivi-dad en las irrupciones y elementos disgregantes del Otro (en las voces, en los gestos, en los tratos, hasta en los espantos y en las disonancias).1.4 Despliegues narrativos en la novelística co-lombianaTeniendo en cuenta las deniciones que se ha plan-teado, es posible comprender que la connotación del ensueño, cuya cúspide es la narrativa de Ga-briel García Márquez, transmite el sentido de la ciudad rural o pueblo, mediante un tejido natu-ral de vecindad, denido por la oralidad; por eso también, de enemistad y confusión, en el que son desplegadas las apariencias o guras del mito que se trastoca en violencia, y a la vez, en alegría. Bajo esta perspectiva, lo rural se muestra como de lugar de enunciación en el que predomina una “desin-telectualización de la novela” (Gutiérrez, 2011, p. 164) que se maniesta en autores como: Caballe-ro Calderón, García Márquez, Tomás Carrasquilla o Arturo Suarez, mediante la tensión irónica que implica contar una historia trivial por medio de la cción, conjugando el mito ligado a lo violento y, casi sarcásticamente, a la vitalidad. Desde este punto, se puede apreciar a lo urbano en su tragedia: que establece una correspondencia con las nociones de crisis y ciudad propuestas por Gi-raldo (2001), autora que rastrea esta idea a partir de la obra de Andrés Caicedo y Rafael Chaparro Ma-diedo, quienes denen este contexto afrontando los delgados vínculos de sus elementos socioculturales (familia, escuela, instituciones), a la vez que advier-ten sobre el resquebrajamiento de las creencias, nor-mas y valores dentro de lo urbano, puesto que la ciudad está hecha de comunidades en fuga, ciudad incierta, violenta y en emergencia, que asume el reto del mito de la violencia y lo sobrepasa al hacer-lo común, lo exhala bajo la forma humeante de una crisis sociocultural que se extiende por las redes y quimeras de toda historia.La ciudad en su tragedia es la cosmovisión del ser ordinario, el peligro de lo prohibido y lo que tiende a desaparecer, ya sea en el afuera, en la médula o en la periferia, dado que cada espacio de la trama ur-bana es un conjunto de sensaciones que aparece en el desnivel de la experiencia cotidiana (sangrante, agelante). Así, el despliegue que complementa a la ciudad en su tragedia, será la circularidad y movi-lidad de los lenguajes, incluso siendo el escenario que se desglosa en la tragedia de perpetuar la asun-ción de una sociedad de orden y de control. Autores tan diversos como Vargas Vila, Fernando Gonzales, Gonzalo Arango, Álvaro Cepeda Samudio, Andrés Caicedo, Rafael Chaparro Madiedo, fueron capaces de expresarlo: el escritor no debe temer ni balbucear el miedo, sino explorar otros valores estéticos que permitan a su vez resistir y dialogar en la realidad, armando a la cción como el elemento más huma-no que puede reconocerse en lo real.2. ConclusionesEl estudio de las dos novelas presentadas implica formular interrogantes que podrían favorecer dis-tintas interpretaciones acerca de la sociedad latinoa-mericana y su presente en relación con los diferen-tes tipos de violencia. Con la aproximación crítica a La casa grande y a El Pájaro Speed y su banda de corazo-nes maleantes se puede comprender que las fronteras de lo rural y lo urbano se entrecruzan, sobre todo en el contexto latinoamericano, donde lo rural es una parte relevante del entramado de la ciudad, a su vez que la ciudad localiza su origen y rastrea su histo-ria en lo rural, lo que permite reinterpretar y tomar posición frente a la actualidad de estos contextos y así trabajar por posibilidades hermenéuticas que exigen la recursividad y la experimentación, en la reinterpretación que constantemente puede hacerse del mundo. Por otra parte, se expuso la fragilidad de ese ensue-ño rural que también se explora en la ciudad y en sus espacios de violencia, que se encuentran más li-gadas a lo psicológico y sociológico que a lo mítico o mágico, pero siendo esto último, una contingencia que no se puede rechazar. De esta manera, la comprensión de la idea de ciu-dad puede ser problematizada desde la literatura, como camino incesante que debe trabajarse todavía, ya que este artículo solo es una muestra de la com-plejidad de sentidos que está pendiente por indagar desde la ciudad y desde el pueblo, como un vínculo de identidades siempre en tránsito, como una inter-mitencia que hace susurrar o vociferar pluralidades y re-signicaciones: como las imágenes de las dos novelas estudiadas en este artículo, que exploran la ilusión mítica y el orden de lo trágico de la realidad cotidiana que permea la realidad latinoamericana, reconociendo a su vez la afectación creativa en su condición elemental a la búsqueda de cciones, de posibilidades de vida, que se encuentran, sin duda, en estrecha relación con la dimensión literaria. 3. Conicto de interesesLos autores de este artículo declaran no tener ningún tipo de conicto de intereses del trabajo presentado. ReferenciasBajtín, M. (2011). 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