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Revista UNIMAR 34(1)- rev. UNIMAR.- pp. 87-94.
ISSN: 0120-4327, ISSN Electrónico: 2216-0116,
Universidad Mariana, San Juan de Pasto, Nariño, Colombia, 2016.
Hna. Omaira Morales Ortiz, Yanet Valverde Riascos, Oscar Olmedo Valverde Riascos
1. Introducción
Las nuevas maneras de concebir el proceso de ense-
ñanza-aprendizaje en la educación, especialmente
en los niveles de básica primaria y secundaria, han
priorizado la evolución de las prácticas evaluativas
de los docentes, con el propósito de hacer de estas
herramientas más pertinentes, precisas y signica-
tivas en coherencia con los nuevos propósitos de los
sistemas educativos.
Aún más, y en relación con lo anterior, las prácticas
evaluativas no son solamente aquellas scalizado-
ras de los conocimientos disciplinares, a través de
la repetición y reproducción de conocimiento, sino
que, actualmente se han orientado a la signicación
de los saberes en el uso práctico, en la vida real de
los mismos, llevando el saber sabio al saber práctico,
es decir, al hecho concreto de lo real (Tiana, 2011).
De esta manera, las nuevas concepciones de las
prácticas evaluativas se reformulan, ligando los
problemas a los que están expuestos los educandos,
a las distintas maneras en que el conocimiento pue-
de ser aplicado, y asimismo, como a través de prác-
ticas evaluativas de orden formativo, se deja a un
lado los mecanismos de evaluación tradicionales,
considerados por muchos años como instrumentos
opresores y hegemónicos (Perrenound, 2012).
Así, los procesos de enseñanza aprendizaje han es-
tablecido nuevos campos de acción, en donde las
prácticas evaluativas también hacen su aparición,
ya que son un elemento fundamental en la apre-
ciación, reexión y deconstrucción del ejercicio do-
cente; esto conlleva a la exclusión del concepto de
prácticas evaluativas tradicionales, en donde era
concebida la evaluación como algo formal, concreto,
nal, sin más propósitos que los de validar el saber
por medio de la comprobación teórica de lo apren-
dido. Por lo anterior, las prácticas evaluativas de
hoy, son procesos que deben transversalizar la edu-
cación de las naciones, que radican su utilidad en
la capacidad para aprovechar la calicación como
consigna de mejoramiento, que motive e incentive
la acción formadora (Alfageme y Miralles, 2009).
Como se puede deducir, las prácticas evaluativas
son un pilar fundamental en el componente trans-
formacional y de innovación de la educación del si-
glo XXI, por lo que es más que necesario encontrar
nuevas formas, criterios, maneras, asociaciones, ac-
ciones y demás, que permitan mejorar los procesos,
procedimientos e instrumentos de evaluación; las
prácticas evaluativas no deben centrarse exclusiva-
mente en los contenidos, sino que deberán ir más
allá, puesto que la dinámica del saber, hacer y ser,
así lo exige. Las prácticas evaluativas se han renova-
do, pasando de centrarse en el educando, para ahora
atender a las diversas reformas educativas, necesi-
dades contextuales, momentos históricos, condicio-
nes de los centros educativos, docentes y demás.
Es destacable abordar el fenómeno de las prácti-
cas evaluativas desde la concepción normativa de
las mismas, es decir, como las leyes –educativas-,
se han organizado y dispuesto para propender por
el desarrollo de los pueblos, en donde los diversos
objetivos, contenidos, temas, métodos, criterios de
evaluación, organización, entre otros, en el campo
educativo, vienen ya soportados por los dictámenes
normativos que orientan el ser y quehacer docente
desde el accionar evaluativo.
Para nadie es un misterio que las disposiciones cu-
rriculares y normativas de los centros educativos con
respecto a la evaluación, están de alguna manera, fun-
damentadas en los instrumentos empleados en este
proceso, por lo que, la determinación nal sobre el
desempeño del alumnado con un instrumento y otro
puede variar considerablemente, teniendo en cuenta
que cada instrumento lleva implícitos unos propósitos
que hacen de este más selectivo, orientador, determi-
nante, formativo o sancionador. En coherencia con lo
anterior, es bien conocido el famoso examen, instru-
mento de evaluación por excelencia –sobre todo, en la
concepción tradicional de prácticas evaluativas-, por
lo que es más que necesario comprender qué conteni-
dos, elementos y capacidades se pretende analizar con
este tipo de pruebas; así, los educandos se remitirán a
estudiar lo que consideren como relevante o posible-
mente visible en un examen, dejando a un lado aque-
llos saberes menos relevantes, en donde primará la
reproducción y memorización de lo consignado en los
cuadernos o trabajos desarrollados en clase, a pesar de
que este tipo de saberes no les posibilite ningún tipo
de experiencia real que les permita verdaderamente
aprehender (Merchán, 2005).
Por lo anterior, es fundamental poder conocer la
opinión del docente que realiza estas prácticas eva-