Aplicación de estrategias lúdico-pedagógicas para el fortalecimiento
de la convivencia escolar en niños de básica primaria
Revista Criterios - 29 (1) Enero- Junio 2022 Rev. Criterios - pp. 108-131
ISSN: 0121-8670, ISSN Electrónico: 2256-1161,
https://doi.org/10.31948/rev.criterios
Universidad Mariana, San Juan de Pasto, Nariño, Colombia.
Liliana Elizabeth Martínez-Burbano
Mercedes Liliana Villota
María Victoria Villacrez-Oliva
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para dar validez a la investigación; se analiza
detenidamente el contenido del anecdotario
del año 2019, dado que, en 2020, debido a la
pandemia y escolaridad no presencial, no hubo
registro anecdótico; al revisar el documento
se encuentra que hay consignados eventos
positivos tanto a nivel comportamental como
académico, pero la mayor parte de relatos se
hace en torno a las situaciones negativas que
alteran notoriamente la convivencia grupal.
Se evidencia que, el anecdotario se usa luego
de abordar otras alternativas como el diálogo
y la asignación de un tiempo prudente para
reexionar y cambiar de actitud; si ello no se
evidencia y las faltas reinciden, se hace registro
en el anecdotario, con el n de dar curso al
debido proceso e inicio de la ruta de atención
integral para la convivencia escolar. Los registros
muestran, además, que los estudiantes y padres
de familia tienen la oportunidad de conocer las
anotaciones realizadas, hacer los descargos
y establecer compromisos que conduzcan a
cambios; se deja registro textual, en la mayoría
de casos, de los que se dialoga con los padres
de familia y el estudiante. Inicialmente, quien
consigna los eventos es el docente de aula;
posteriormente, el director de grupo, quien
recoge toda la información y determina si el caso
amerita o no la remisión a orientación escolar.
Responsables de intervención frente a las
dicultades de convivencia. El rol del docente
en la IE, hoy más que nunca cobra importancia,
pues se ha tornado como guía y orientador de
procesos formativos, dejando atrás el papel del
educador tradicional, en una línea de autoridad
vertical que se ubicaba por encima de sus
estudiantes; hoy no es ni más ni menos; es
un individuo que, con su experiencia, ejemplo
y conocimientos, posibilita a los estudiantes y
a sí mismo, oportunidades de mejora. Por otra
parte, ha de ser quien genere estrategias ante
los obstáculos intrínsecos o extrínsecos que el
estudiante traiga consigo a la escuela; esto es,
de algún modo también debe convertirse en el
puente que comunica a la familia con la escuela y
potencia el diálogo entre las partes, como bien lo
maniestan Acevedo et al., (2019): “el maestro
puede tornarse en mediador y así facilitar la
comunicación y las relaciones entre las partes
del conicto, pues interviene activamente en
la conversación, invita a la reexión, a los
consensos y aporta posibles acuerdos” (p. 43).
Manifestaciones de la violencia escolar.
La familia, la escuela y la sociedad en
general, al estar constituidas por seres
únicos e insustituibles, se ven afectadas
por lo que hay en el interior de cada uno de
ellos que las conforman; cada uno alberga
dentro de sí, capacidades, pero también
debilidades que, a la luz de la experiencia o
de la educación, pueden ser transformadas;
esto implica que, los individuos como seres
biopsicosociales, sean diferentes unos de
otros y ello los lleve a ser diversos en cuanto
a experiencias, oportunidades, conocimientos,
actitudes, hecho que se ve reejado en el
comportamiento, siendo la escuela un espacio
donde conuyen muchos individuos; es natural
que las diferencias de criterio, de actitud, de
expresión, hagan su aparición y se materialicen
como conicto.
En la IEM Francisco José de Caldas se mira los
hechos descritos, pues se observa la nefasta
inuencia de la familia y el entorno en el aspecto
actitudinal de los estudiantes, quienes vienen
a la escuela con unas habilidades sociales
alteradas que les impiden desarrollar empatía
entre unos y otros; esto es más evidente en
el grado cuarto, al que asisten estudiantes
protegidos por el Instituto Colombiano de
Bienestar Familiar (ICBF), quienes han sido los
principales protagonistas de sucesos violentos
dentro y fuera del aula; estos no corresponden
a la edad promedio del grado y tienen historias
de vida complicadas que han hecho de ellos
niños desaantes, rebeldes y con total rechazo
a las normas de la institución y a cualquier forma
de autoridad. Conviene aclarar que, al inicio
del año escolar se evidenciaba dicultades de
convivencia, pero éstas se fueron acentuando
cuando los mencionados niños llegaron a la
institución y se volvieron el modelo negativo
para todos los estudiantes que empezaron a
imitar las actitudes negativas, principalmente
las agresiones físicas y verbales a los
compañeros, las evasiones de la institución y
de las clases, acoso a las compañeras, daño
a los bienes y enseres de la institución, bajo
desempeño académico, desacato a las normas
y a la autoridad establecida en la institución.
Con el paso de los días, un buen número de
estudiantes aprendió a evadir las normas y
se dañó el clima escolar, pese a los esfuerzos
realizados por los docentes, la orientadora
escolar y el comité de convivencia; esto se
respalda desde otros ambientes de estudio,
donde la violencia es también un problema que
atañe a las comunidades educativas.
Actores de la violencia escolar. Como
preámbulo al tema de los estudiantes con
dicultades familiares y académicas como los