La representación del indio en Crónica del Perú: los deseos movilizados por Pedro de Cieza de León

Edison Duván Ávalos Florez*

Fecha de recepción: 27/11/2017
Fecha de revisión: 19/02/2018
Fecha de aprobación: 31/05/2018

 

Cómo citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo: Ávalos, E. (2018). La representación del indio en Crónica del Perú: los deseos movilizados por Pedro de Cieza de León. Revista Criterios, 25(1), 95-103. DOI: 10.31948/rev.criterios.25.1-art-6

 

 

Resumen

Este texto reflexiona sobre la construcción discursiva del indígena en Crónica del Perú. El señorío de los Incas, de Pedro de Cieza de León. Se propone, de acuerdo con los deseos que moviliza el narrador, tres tipos de representación del indígena: el indio edénico, el indio peligroso y el indio despreciado. En cada una de estas tipologías se reflexiona sobre los intereses que movilizaron al Conquistador.

Palabras clave: representación indígena, Pedro de Cieza de León, Crónica del Perú.

The representation of the indigenous in Chronicle of Peru: the desires mobilized by Pedro de Cieza de León

Abstract

This text reflects on the discursive construction of the indigenous in Chronicle of Peru. The lordship of the Incas, by Pedro de Cieza de León. According to the wishes that the narrator mobilizes, three types of representation of the indigenous are proposed: the Edenic native, the dangerous native and the despised native. In each of these typologies, we reflect on the interests that involved the Conqueror.

Key words: indigenous representation, Pedro de Cieza de León, Chronicle of Peru.

Representação indígena no Crônica de Peru: os desejos mobilizados por Pedro de Cieza de León

Resumo

Este texto reflete sobre a construção discursiva do indígena no Crônica de Peru. O domínio dos Incas, de Pedro de Cieza de León. De acordo com os desejos que mobiliza o narrador, são propostos três tipos de representação do indígena: o indiano edênico, o indiano perigoso e o indiano desprezado. Em cada um destes tipos, refletimos sobre os interesses que mobilizaram o Conquistador.

Palavras-chave: representação indígena, Pedro de Cieza de Leon, Crônica de Peru.

Existen algunas estrategias generales de persuasión y manipulación que frecuentemente funcionan bastante bien. Para saber cuáles son uno podría comenzar abordando el importante objetivo de manufacturar representaciones mentales (opiniones, actitudes, ideologías) que hacen un retrato de Nosotros como buenos y de Ellos u otros como malos; es decir, abordar lo que se denomina como auto presentación positiva y presentación negativa de los otros. (Djik, 2004).

1. Introducción

Pedro Cieza de León nació en Llerena (Badajoz) en 15181. En 1531, cuando era un joven de 13 años, llegó a las recién descubiertas Indias, al territorio de la Nueva Granada, para desempeñarse como soldado en las tareas de la Conquista. Entre otros, estuvo bajo el mando de algunos destacados hombres de guerra, como Alonso de Cáceres, Jorge Robledo, Sebastián de Benalcázar y Pedro de la Gasca. En 1550, después de casi 20 años de combates y viajes que lo colmaron de experiencias inolvidables, a los 32 años de edad, regresó a su patria.

Al regresar, no llevaba ninguna herida de guerra que acreditara su valor en las luchas para amansar a los indios, y tampoco cargaba un botín que le permitiera presentarse altivo frente al Rey, con la promesa de nuevas riquezas. No, lo único que Pedro de Cieza de León podía mostrar como aporte a su patria, en el marco de la economía de las Mercedes, era un voluminoso folio encuadernado a mano, cuyas páginas cada día revisaba de manera escrupulosa, bien fuera para aumentarlo con los nuevos datos que obtenía de fuentes autorizadas, o bien para reducirlo en aquellas partes donde la abundancia de la prosa restaba belleza. Ésa era su única garantía para pretender reclamar una encomienda que le permitiera compensar los esfuerzos que en las Indias había realizado a nombre del Rey.

Ese manuscrito, titulado Crónica del Perú. El señorío de los Incas, era lo único que había obtenido durante sus casi 20 años de viajes y batallas como soldado por los Andes americanos, especialmente en la zona occidental. Pedro de Cieza de León tenía tanta confianza en ese manuscrito, que solicitó audiencia con su Majestad Felipe II. Dos años después, en 1552, el Rey lo escuchó, y decidió otorgarle la autorización real para la publicación del manuscrito. El éxito fue inmediato. En menos de un siglo fueron realizadas diez ediciones, según afirma Someda (1994). La Crónica del Perú se convirtió así en un referente para todos los cronistas posteriores. Bartolomé de Las Casas y el Inca Garcilaso de la Vega, tan solo por mencionar a dos de los más representativos, emplearon la obra de Pedro de Cieza de León, como uno de sus más importantes referentes (Moore, 2010). Y Antonio de Herrera, quien desempeñaba el cargo de Cronista Mayor de Indias, la plagió de cabo a rabo sin el más mínimo reparo (Pease, 2005).

Actualmente, la Crónica del Perú sigue contando con el mismo reconocimiento y admiración que generó desde su aparición. Los esposos Parma y Cook, en su calidad de editores y traductores, afirman que es el más fidedigno y confiable texto entre todos los demás escritos por los Cronistas de Indias. Ballesteros (1984) exalta a su autor por la inteligencia de su observación y lo prolijo de su escritura. Hernández (1951) muestra su admiración por una prosa de impecable limpieza y diafanidad, que combina magistralmente la precisión histórica y la belleza literaria. Y Moore (2010) detalla y destaca la armoniosa utilización de figuras literarias a lo largo del texto, como una forma de embellecer y dar vida a la descripción de los pueblos amerindios que conoció en sus recorridos.

El propósito de este ensayo será, precisamente, evaluar cuál es la construcción discursiva del indígena en la Crónica del Perú, especialmente del indígena Pasto, que habitó en tiempos precolombinos el espacio geográfico que actualmente corresponde a la frontera colombo ecuatoriana, entre el departamento colombiano de Nariño y la provincia ecuatoriana de Carchi. De hecho, uno de los propósitos fundamentales del libro de Pedro de Cieza de León, consignado de entrada en el subtítulo, es tratar los ritos y costumbres de los indios, además de cumplir con otras tareas propias del cronista, como indicar las labores desarrolladas en la fundación de las nuevas provincias, demarcar los límites geográficos de las ciudades españolas, y consignar los aportes que algunas personalidades realizaron en las labores de la Conquista. Ahora bien, en ese mismo subtítulo, no solo queda determinada la intención fundamental del autor respecto a los indios, sino que también queda establecido el lugar desde el cual cumplirá ese propósito, pues añade que, además, el libro tratará de “otras cosas extrañas dignas de ser sabidas” (p. 5). Esto, de manera puntual, sitúa al indígena como un extraño o un Otro cuyas peculiaridades contrastan con la cultura del autor, lo que podría interpretarse como una espectacularización o exotización del indio. Pedro de Cieza de León, entonces, como es propio de su época, hablará del indígena desde una posición hegemónica, dominante y normativizada, que considera al diferente como alguien cuya vida solo contiene ‘cosas extrañas’, alguien que por su radical diferencia respecto al autor está plenamente sometido al deseo y al odio.

En este sentido, Pedro de Cieza de León representará al indio bajo tres enfoques que pueden ser situados en una misma línea de sentido: en un extremo está el indio edénico, que es aquél que se caracteriza por acercase al ideal del buen salvaje, cultivado en el espíritu ilustrado de los españoles; en el otro extremo está el indio peligroso, aquél que constituye una amenaza para la vida del Conquistador, el que resiste la fuerza civilizatoria y se enfrenta en defensa de su propia cosmovisión; pero en medio de esos dos extremos, es decir, en medio del indio edénico y del indio peligroso, hay otro tipo de indio representado por Pedro de Cieza de León: se trata del indio despreciado, el indio que no reviste ya la gracia del buen salvaje, pero tampoco despierta el miedo del salvaje indómito. Este indio despreciado es representado como aquél que ya ha sido dominado y domesticado, razón por la cual su existencia, al haber colmado y satisfecho los deseos del Conquistador, pierde entonces todo interés para el español.

2. La representación del indio edénico

Ciertamente, en unos casos, el indio, bajo la óptica de Pedro de Cieza de León, será representado como un ser que, en su contexto o naturaleza primitiva, está iluminado por un aura edénica, como el buen salvaje que ha logrado armonizarse con el espíritu más hermoso y amable de la naturaleza. El indio, de este modo, se convierte en el Otro, en un ser deseable, no manchado por la corrupción de la cultura española, sino, más bien, como la víctima de esa codicia. Tal es el caso del indio que Pedro de Cieza de León ubica en la actual zona del Urabá colombiano, en el territorio del Darién, en la frontera entre Colombia y Panamá:

Estos indios que en estos tiempos señorean esta región, ya dije cómo mucho de ellos dicen su naturaleza haber sido pasado el gran río del Darién, y la causa porque salieron de su antigua patria. Son los señoretes o caciques de los indios obedecidos y tímidos, todos generalmente dispuestos y limpios, y sus mujeres son de las hermosas y amorosas que yo he visto en la mayor parte de estas Indias donde he andado. Son al comer limpios, y no acostumbran las fealdades que otras naciones. Tienen pequeños pueblos, y las casas son a manera de ramadas largas de muchos estantes. Dormían y duermen en hamacas. No tienen ni usan otras camas. La tierra es fértil, abundante de mantenimientos y de raíces gustosas para ellos, y también para los que usaren comerlas. Hay grandes manadas de puercos zainos pequeños, que son de buena carne sabrosa, y muchas dantas ligeras y grandes; algunos quieren decir que eran de linaje o forma de cebras. Hay muchos pavos, y otra diversidad de aves, mucha cantidad de pescado por los ríos. (Cieza, 1994, p. 30).

Uno de los aspectos más importantes que se debe tener en cuenta en la descripción que realiza Pedro de Cieza de León es que este tipo de indio tiene muchas características que se asemejan a la cultura española; es decir, es el indio que desarrolló una cosmovisión propia muy cercana a la de Occidente, sin que ello haya sido resultado de un proceso de Conquista o Colonización. No, este indio, en el devenir de su propio ser cultural, en la formación autónoma de su propia cosmovisión, adquirió rasgos sociales que de un modo u otro tenían una leve semejanza con las conductas de comportamiento que avalaban los españoles. Es el indio autóctono americano que más se acerca a los ideales humanos de Occidente.

De ahí, pues, que cuando Pedro de Cieza de León afirma que este indio es limpio, no debe entenderse que los demás hayan sido sucios, sino que debe entenderse que ese indio era limpio porque sus costumbres se ajustaban a los cánones de aseo de la cultura española. De igual modo, cuando sostiene que las mujeres de estos indios son hermosas y amorosas, no debe entenderse que las demás mujeres de otras naciones indígenas hayan sido feas y odiosas; no, lo que debe entenderse es que estas mujeres tenían una condición fenotípica que se ajustaba a los ideales de belleza y de interrelación afectiva de los españoles. Nótese que, de Cieza, al momento de indicar en qué lugar duermen estos indios, no debe recurrir a ningún tipo de artificio descriptivo, sino que tan solo dice que duermen en hamacas, lo que demuestra que hasta en ese aspecto, en ese elemento cultural empleado para pasar la noche, estos indios tenían alguna semejanza con el desarrollo cultural de Occidente.

Otro aspecto que debe resaltarse en la representación de este indio edénico es que su economía se basa en el establecimiento de cultivos y crías de animales. Este aspecto también debió resultarle muy cercano a de Cieza, pues era uno de los condicionantes que de manera más notoria marcaba la diferencia entre lo civilizado y lo salvaje. Es posible, entonces, afirmar que el indio adquiere una identidad edénica en la representación de Pedro de Cieza de León cuando su cultura tiene manifestaciones conductuales, fenotípicas y económicas que se asemejan a los principales rasgos humanos de Occidente. Esto equivale a decir que, cuanto más el indio se parezca o se comporte como lo establece el canon occidental, más idealizada será su representación.

3. La representación del indio peligroso

Sin embargo, en otros pasajes, el indio perderá esa aura edénica; dejará de ser el buen salvaje que vive en armonía con la naturaleza dadora de vida; deja de ser la víctima y se convierte en el victimario del español. La naturaleza ya no es un refugio sagrado que da vida, sino que pasa a ser una amenaza de muerte; un mundo lleno de peligros que son dominados por el indio. La naturaleza es el veneno, el mal, lo desconocido, y el indio es quien puede dominar ese mundo malvado contra el español.

Así lo cuenta Pedro de Cieza de León a partir de un suceso que él mismo vivió en uno de sus viajes por los poblados indígenas de Cartagena, muy probablemente hacia los pueblos ubicados en la actual ciudad de Santa Marta. Ahí, el cronista da cuenta de cómo los indígenas preparan los venenos contra los españoles, empleando raíces pestíferas, “las cuales queman en unas cazuelas de barro, y hacen de ellas una pasta y buscan unas hormigas tan grandes como un escarabajo de los que se cría en España” (Pease, 2005, p. 32):

También buscan para hacer esta mala cosa, unas arañas muy grandes, y así mismo le echan unos gusanos peludos delgados cumplidos como medio dedo, de los cuales yo no me podré olvidar, porque estando guardando un río en las montañas que llaman de Abibe, abajó por un ramo de un árbol donde yo estaba, uno de estos gusanos y me picó en el pescuezo, y llevé la más trabajosa noche que en mi vida tuve y de mayor dolor. Hácenla también con las alas del murciélago, y la cabeza y cola de un pescado pequeño que hay en el mar que ha por nombre peje tamborino de muy gran ponzoña, y con sapos y colas de culebras, y unas manzanillas que parecen en el color y olor naturales de España. Y algunos recién venidos de ella a estas partes, saltando en la costa, como no saben la ponzoña que es, las comen […] Otras hierbas y raíces también le echan a esta hierba, y cuando la quieren hacer aderezan mucha lumbre en un llano desviado de sus casas o aposentos, poniendo unas ollas buscan alguna esclava o india que ellos tengan en poco, y aquella india la cuece y pone en la perfección que ha de tener, y del olor y vaho que echa de sí muere aquella persona que la hace, según yo oí. (Cieza, 1994, pp. 33-34)2.

Este indio no tiene agricultura, no tiene una economía de subsistencia que le permita mantenerse con vida. Su única economía de vida está dirigida a administrar las plantas y los animales venenosos para ocasionarle el mal al español. La representación que realiza de Cieza de León es bastante enfática en este sentido: todo tipo de animales venenosos aparecen mencionados para generar un efecto de acumulación que horroriza al lector: arañas, gusanos, murciélagos, sapos, pescados y culebras, todos con características monstruosas: grandes, peludos, ponzoñosos, venenosos, peligrosos. Nótese, además de ese efecto de acumulación, la comparación tan significativa que realiza para definir con claridad su visión del indio peligroso. Las manzanillas de España son un delicioso alimento, mientras las de las Indias son un mortífero veneno. Esta comparación, de entrada, nos muestra que este tipo de indio se convierte en el victimario del inocente español.

De manera que existen, en la obra de Pedro de Cieza de León, esas dos visiones opuestas del indio: la visión de un indio edénico rodeado de una naturaleza dadora de vida, y la visión de un indio peligroso, sumergido en una naturaleza venenosa. Es el indio del Eros y del Tanatos; el indio que despierta el deseo del español, su amor y su codicia. Pero también está el indio que despierta su odio, su temor, el indio que es una amenaza para su vida. Se trata de dos visiones opuestas y en estrecha relación con la naturaleza. Muy probablemente esas visiones del indio estén mediadas por los intereses económicos, sociales y políticos que determinaban la labor del cronista. Es decir, tal vez el indio edénico es dador de vida en la medida en que otorga el tributo de oro a la Corona española, y el indio de la selva venenosa lo es, en tanto se opone a ser dominado por la empresa conquistadora.

4. La representación del indio despreciado

Pero entre ese Eros y ese Tanatos se ubica otra visión del indio en la Crónica del Perú. Esta tercera visión, que está entre esos dos polos, es la que corresponde al indio Pasto. ¿Qué dice acerca de él Pedro de Cieza de León? Veamos este fragmento en el que el cronista habla de los Pastos en comparación con los Quillacingas:

Y aun cuando los españoles los conquistaron y descubrieron, había gran número de gente. Las costumbres de estos indios quillacingas, ni Pastos no conforman unos con otros, porque los Pastos no comen carne humana, cuando pelean con los españoles, o con ellos mismos. Las armas que tienen son piedras en las manos, y palos a manera de cayados, y algunos tienen lanzas mal hechas, y pocas. Es gente de poco ánimo. Los indios de lustre y principales se tratan algo bien; la demás gente son de ruines cataduras y peores gestos; así ellos como sus mujeres, y muy sucios todos, gente simple y de poca malicia. Y así ellos como todos los demás que se han pasado son tan poco asquerosos, que cuando se espulgan se comen los piojos como si fuesen piñones. Y los vasos en que comen, y ollas donde guisan sus manjares, no están mucho tiempo en los lavar y limpiar. No tienen creencia, ni se les han visto ídolos, salvo que ellos creen, que después de muertos han de tornar a vivir en otras partes alegres y muy deleitosas para ellos. Hay cosas tan secretas entre estas naciones de las Indias, que solo Dios los alcanza. Su traje es, que andan las mujeres vestidas con una manta angosta a manera de costal, con que se cubren de los pechos hasta la rodilla, y otra manta pequeña encima, que viene a caer sobre la larga, y todas las más son hechas de yerbas y de cortezas de árboles, y algunas de algodón. Los indios se cubren con una manta asimismo larga, que terná tres o cuatro varas, con la cual se dan una vuelta por la cintura, y otra por la garganta, y echan el ramal que sobra por encima de la cabeza y une las partes deshonestas, traen maures pequeños. Los quillacingas también se ponen maures para cubrir sus vergüenzas, como los pastos, y luego se ponen una manta de algodón cosida ancha y abierta por los lados. Las mujeres traen unas mantas pequeñas, con que también se cubren, y otra encima que les cubre las espaldas, y les cae sobre los pechos, y junto al pescuezo dan ciertos puntos en ella. (Cieza, 1994, p. 97).

El indio Quillacinga que aparece representado en el fragmento está, sin lugar a dudas, dentro de la tipología del indio peligroso: es caníbal; no tiene dios, ataca a los españoles y se resiste a toda empresa conquistadora. Su única función vital es la muerte del español.

Caillavet (2000) hace una serie de advertencias sobre el tratamiento que recibe el tema del canibalismo en las Crónicas de Indias. Dice que los cronistas, al abordarlo, imponen sus juicios de valor sobre la objetividad; utilizan el sustantivo ‘carne’ y el verbo ‘comer’ con tantas imprecisiones semánticas, que resulta arriesgado realizar una interpretación; degradan al indígena so pretexto de justificar moralmente la vejación; y su marcado punto de vista occidental desacraliza cualquier ritual ajeno al cristianismo.

5. ¿Y el indio Pasto?

Las características culturales, sociales, históricas y antropológicas del pueblo Pasto, que pueden ser extraídas e inferidas del fragmento, son las siguientes: los Pastos, en el momento de la enunciación, ya han sido conquistados por los españoles, aunque eventualmente se presentan combates de resistencia que no tienen mayor importancia. En esos combates, emplean armas arcaicas que no representan el más mínimo peligro para las huestes españolas. Entre los Pastos existe división de clase. Los principales son vistos con aceptación por el cronista, pero los demás son vistos como inferiores, de costumbres ‘deplorables, sucias y asquerosas’. No tienen creencia religiosa ni son antropófagos. Su vestido es ‘rudimentario y sin gracia’.

¿Qué visión del indio se puede extraer del fragmento? Definitivamente no es ninguna de las dos visiones analizadas anteriormente: ni la visión edénica ni la venenosa. Es una visión intermedia que no está ni en el deseo ni en el odio. Esta visión del indio Pasto se sitúa exactamente en el desprecio. El indio Pasto ya ha sido conquistado; ya ha sido poseído por el español; no hay nada que motive ahora el deseo y la codicia del europeo. Por lo tanto, al no existir ninguna motivación que despierte su deseo o su cólera, la visión del indio Pasto cae en el desprecio, en la subvaloración, en el desinterés total por todo aquello que lo caracterizaría como perteneciente a una cultura o a una identidad grupal. Sus costumbres son asquerosas, sus creencias no existen, sus apariencias sin ninguna gracia, sus ropajes desprovistos de todo elemento llamativo; en fin, los indios Pastos no tienen ningún elemento de interés para el cronista, porque precisamente al haberlos conquistado, esos elementos de interés ya han sido agotados.

Ahora bien, ¿es posible que, de Cieza de León, más allá de su visión de desprecio, haya realmente descrito de un modo objetivo a los Pastos? Es decir, ¿existe la posibilidad de que, por ejemplo, los Pastos realmente no hayan tenido ninguna creencia religiosa? Pues bien, aunque existe poca evidencia bibliográfica acerca de las creencias sagradas que tenían los Pastos antes de la Conquista, la idea de que no tuvieran creencias sagradas es inconcebible. Los Pastos tenían su propia lengua; eran una sociedad organizada y estratificada, asentada en un amplio territorio. Es impensable que un grupo social que hubiese alcanzado ese grado de desarrollo no hubiese afincado su proyecto vital en una creencia divina con rituales sagrados. Además, Grijalba (1988), contrario a lo que dice de Cieza de León, explica que los Pastos “adoraban al venado, y en su cerámica lo representaban frecuentemente, así como al tigre, al mono y algunas aves desconocidas” (p. 89).

Por lo tanto, una representación que no despierta ningún deseo por parte del español, sería como el develamiento del discurso colonial de superioridad europea. Este discurso asume al otro como economía de un sí mismo, lo cual, contrario a la riqueza cultural de los Pastos, legitima la empresa colonial que generaba una nueva perspectiva temporal de la historia. Es decir, los pueblos colonizados, sus culturas y sus historias, quedaban condenados a tener como única finalidad y culminación de sus existencias, convertirse en reflejo de Europa. La ausencia de un deseo, traducida en desprecio por parte de los europeos sobre el indio Pasto, puede ser leída, por tanto, como la culminación de ese proyecto colonial en donde el otro es petrificado en un estado de anterioridad. En ello se encuentra su mayor desprecio.

6. Conclusiones

Pedro de Cieza de León, en su obra Crónica del Perú, representa tres tipos de indios: el primero es el indio edénico, aquél que aparece en el relato como un buen salvaje que ha logrado establecer una comunión sagrada con la naturaleza en medio de una economía sedentaria. Este indio, en su desarrollo cultural autónomo, presenta características sociales que tienden a asemejarse a los cánones impuestos por Occidente. Pedro de Cieza de León se siente atraído hacia ellos por esa identificación mimética que le muestra un ideal romántico de su época. El segundo tipo de indio que representa es el indio peligroso, un tipo de indio totalmente opuesto al edénico. Su vida solo tiene sentido en cuanto a que busca el modo de atacar y matar al español. La selva, por ende, no es una fuente de vida donde encontrará sus alimentos; es más bien, el gran laboratorio donde prepara los venenos para acabar con el español. Este tipo de indio despierta el deseo en cuanto a que anima su odio, su necesidad de combatirlo, su ansia de enfrentarlo para así poseerlo y dominarlo. El tercer tipo de indio es el indio despreciado. Este tipo de indio, dentro del cual se ubican los Pastos, no despierta ningún deseo por parte del español porque ya ha colmado todos los deseos. Es un indio conquistado cuyas características sociales y culturales son expuestas como plenamente conocidas y poseídas por el conquistador. Sin embargo, esta representación afectada por el desprecio, no coincide con los registros históricos y posteriores estudios antropológicos. El indio Pasto, a diferencia de lo expuesto por Pedro de Cieza de León, era poseedor de una gran riqueza cultural.

7. Conflicto de intereses

El autor de este artículo declara no tener ningún tipo de conflicto de intereses sobre el trabajo presentado.

Referencias

Ballesteros, M. (Ed.). (1984). La crónica del Perú. Madrid, España: Historia 16, 1984.

Caillavet, C. (2000). Etnias del norte. Etnohistoria e historia del Ecuador. Quito, Ecuador: Casa de Velázquez: IFEA: Abya-Yala. DOI: 10.4000/books.ifea.2847

Carvajal, A. (2004). Van Dijk, Teun A. “Discurso y dominación”. En Grandes Conferencias de la Facultad de Ciencias Humanas, No. 4, febrero de 2004. Criterio Jurídico, 1(6), 363-370.

Cieza de León, P. (1994). Crónica del Perú. El señorío de los Incas. Caracas: Biblioteca Ayacucho.

Djik, T. A. (2004). Discurso y dominación. Grandes conferencias de la Facultad de Ciencias Humanas (págs. 3-28). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.

Grijalba, C. (1988). Cuestiones previas al estudio filológico-etnográfico de las provincias de Imbabura y Carchi. Quito, Ecuador: Banco Central de Ecuador.

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Valverde, J. y Romero, J. (1988). Drogas americanas en fuentes de escritores franciscanos y dominicos. Granada, España: Universidad de Granada.


1 Algunas investigaciones indican que la fecha de nacimiento debe ubicarse más bien entre 1520 y 1522. Aquí, sin embargo, nos apegamos a la explicación ofrecida por Franklin Pease (1994) en el “Estudio Preliminar” que realizó para la edición de la Crónica del Perú publicada por la editorial Fundación Biblioteca Ayacucho, en 2005, en Venezuela. Esa edición, además, será empleada para extraer todas las citas de Crónica del Perú que se realicen en este trabajo.

2 Este tipo de descripciones que de Cieza de León ofrece sobre los componentes y preparación de los venenos realizados por los indígenas ha dado origen a varios estudios sobre los conocimientos botánicos de los indígenas en tiempos precolombinos. Uno de estos, quizás el más destacado, fue el realizado por el departamento de Historia de la Farmacia de la Universidad de Granada, cuyos resultados se encuentran en el libro de Valverde y Pérez Romero (1988).